Afirmo que Televisa está acabada y que su defunción proviene cuando menos de seis muertes simultáneas mismas que nadie al interior de la empresa vio venir.
La muerte económica de Televisa
Vino de la caída de ganancias (84 % menos que el año anterior) y de su disminución en ventas (5.1 % menos que el trimestre pasado); es decir que vende menos y gana menos cada que comercializa un espacio.
Moody´s (calificadora de valores) ya puso calificación negativa (BAA1) a dicha deuda (Fitch y Standard & Poor´s andan por ahí también <<BBB+>>). Es decir, las calificadoras piensan que hay riesgo de que Televisa incumpla con el pago).
La muerte política de Televisa
Esta fue la más evidente ya que al haberse aferrado a las decisiones de un régimen caduco, inoperante, mal herido y también agónico; terminó por arrastrarle con él. No puedes pretender construir un producto sexenal (EPN, que a todas luces era limitado e imperfecto), e ingenuamente creer que no te afectará su caída. Hoy se vive en México la más profunda decadencia en todos los órdenes y las televisoras de régimen son copartícipes de ello.
La muerte mercadotécnica de Televisa
Llegó de lleno por su oferta de productos carentes de interés alguno para las audiencias y sobre todo que dichos contenidos fueron rebasados por la contra oferta tan vasta que se tiene al alcance de cualquier smartphone con conexión a internet. Televisa fue incapaz de segmentar sus contenidos así como incapaz fue de medir los impactos de forma acertada y detallada.
El people rating era cosa del pasado pero ellos no conocían otra forma de medir y de cobrar.
Hoy existen en el mundo del Marketing Digital docenas de métricas más acertadas pero ninguna aplica a la televisora. En Televisa nunca se dieron por enterados del Product Improvement tan necesario en este siglo.
La muerte social de Televisa
Surgió cuando perdió totalmente su credibilidad. Televisa arrastraba desde hacía tres décadas (mínimo) un déficit de credibilidad hasta que de plano se quedó sin materia prima para seguir operando. Las razones son de suyo conocidas y muy variadas pero el hecho de que siempre se cerrase cuando era importante abrirse (1968, 1971, 1988, 1994, 1997) o el de distraer cuando lo importante era informar con atención (2000, 2006, 2012), terminaron por hundirle ante la sociedad. Televisa socavó todos los días su rol de medio profesional e imparcial; se sintió además ajena de la realidad democrática que le tocaba vivir; creyó que se saldría con la suya como lo sugería Gil Scott-Heron en su obra La revolución no se televisará. Vaya que Televisa se equivocó.
La muerte tecnológica de Televisa
Se hizo real cuando Azcárraga y sus segundos a bordo no tuvieron claro el alcance de las redes digitales y por ello no pudieron enfrentar el boom del social media, del social listening, del social measure, del social content, del API Dev, del Third-Party Development, del eCRM-pushing consumption, del driven websites, del modelo tripartita de medios o del efecto de pantalla triple. Las 175 redes sociales existentes les tomaron por sorpresa.
La muerte del modelo Televisa
Cuando cambió el modelo vino el desahucio: Televisa poseía un auto en un mundo de jets supersónicos; aunque Televisa hubiera generado contenidos competitivos ya no podía comercializarlos ya que su competencia era global no local o regional.
Y no, Blim® no era una solución sino la prueba del cero entendimiento del negocio.
Además dicha plataforma llegaba tarde y mal al juego de las OTTs donde Netflix®, Hulu®, Amazon® y HBO® eran los reyes absolutos del entertainment market share. Por ello afirmo que es una muerte consumada.Desde hace tiempo lo he analizado y siempre llego a la misma conclusión: con la muerte de Televisa (y Azteca desde luego) se abre una nueva era en México; el contrapeso de medios (que debió darse hace 40 años) está aquí; el histórico intermediario de la información ya no bloqueará a sus espectadores; ya no les puede mentir impunemente, ya no les puede tratar como infantes, ya no será la única fuente creadora de sentido común para el mexicano y por ello, parafraseando a José Bové; podemos aspirar a ser más democráticos. En 2008, durante plena crisis post-electoral, Alfredo Jalife-Rahme dijo que si en México queríamos hacernos del poder, tomar el Congreso no servía de mucho comparado con tomar Televisa.
Ocho años después pareciera que no hizo falta rodear popularmente a la televisora, pareciera que solita se atragantó.
En fin, seguiremos viendo los penosos estertores de quien se resiste a asistir a su propio funeral. Por lo pronto ya podemos contarle a nuestros nietos: hubo una vez una televisora que se creyó omnipotente hacedor y verdugo de mentalidades; una televisora que pudo hacer tanto pero que se atrevió a tan poco; una televisora que pudo ser global y visionaria pero que se conformó con ser lo que tal vez siempre fue: una televisora local con visión aldeana y chata de la realidad.
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