¿Quién ganó la lucha de clases?
Hoy día en ningún lugar del "mundo desarrollado" (EEUU su mejor representación) existe antecedente alguno (desde la Gran Depresión) de desigualdad tan profunda como la que ahora vivimos en este 2017. Tal parece que el mundo entero hizo un viaje de ida y vuelta; viniendo de su pasado de vuelta al futuro sin haber aprendido absolutamente nada sobre lo que sucede cuando la desigualdad y la polarización económica se disparan. Desde principios de la década de los 80, justo cuando comienza la implementación del Neoliberalismo en gran parte del mundo, los ricos se hicieron más ricos mientras que los pobres, y lo que quedaba de las clases medias, sólo se dedicaban a sobrevivir. Cuando la segunda Gran Depresión surgió en el 2007, pudimos ver que ambos polos, el social y el económico, continúan exactamente igual que desde que los neoliberales tomaron el control de la economía global en aquello años 80: ricos mas ricos y pobres más pobres; eso sí, con una importante diferencia: las clases medias están dejando de serlo rápidamente e incluso comienzan a engrosar ya las filas del desempleo.Y probablemente fue esto lo que inspiró a Joseph Stiglitz para acuñar el subtítulo de su último libro El precio de la desigualdad:
"El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita".
Y los números, a los que cualquiera con una conexión a Internet tiene acceso, corroboran esta afirmación.Lo anterior se adereza también con el hecho de que quienes están arriba en la escala social no pueden, quieren o saben imaginar cómo es la vida de quienes están abajo. Las élites no son conscientes de la distancia social que existe entre ellos y el resto de la población. Quienes tienen la riqueza (y el poder) lo usan para mantener y reforzar sus posiciones económicas, políticas e ideológicas pero además hacen de todo para condicionar la forma de pensar de la mayoría, aceptando dócilmente tan terrible reparto del dinero.En ese hecho juegan un papel fundamental los medios de comunicación: compensan lo negativo de la situación con la difusión de contenidos poco críticos o de plano en sentido contrario; apostando al hecho de que las percepciones siempre condicionan la realidad.
El multimillonario Warren Buffett lo dijo una vez con su estilo arrogante y temerario: "Durante los últimos 20 años ha habido una lucha de clases y la mía va ganando"
Es probable que en tanto la desigualdad creció a la par de la cara dura de los gobernantes que carecen de argumento sólido alguno; las cosas hayan empezado a cambiar. Hace un tiempo, The Economist (poco sospechoso de ser de izquierda) publicó una serie de artículos con un eje en común: el mayor enemigo del capitalismo es el capitalismo. Los mercados no funcionan ya porque son ineficaces y cero transparentes y el sistema político no es capaz de corregir las fallas del mercado; por lo tanto ambos sistemas, político y económico son injustos. La democracia y la economía de mercado son cuestionables, y sistemas como el financiero y el mercado de trabajo están infectados por una profunda y legítima desconfianza de la mayoría. Tuvo que ser un economista como Stiglitz quien actualizara la correlación entre desigualdad y justicia, entre desigualdad e ineficacia; y creara así una premisa que resulta inquietante: durante años había existido un acuerdo implícito entre las élites de la sociedad y el resto de la gente: "nosotros les proporcionamos empleo y prosperidad y ustedes nos permiten llevarnos la mayoría de las ganancias".
Ese acuerdo aunque frágil era funcional pero hoy ha desaparecido: los ricos siguen llevándose la riqueza pero ya no proporcionan a los demás estabilidad ni desarrollo.
Es entonces que el sistema político falló tanto como el económico.La gente confiaba en la democracia; tenía fe en que en algún momento el sistema político se perfeccionaría y terminaría por beneficiarle; le exigiría rendición de cuentas a quienes provocaron los desfalcos, el empobrecimiento y los rescates bancarios ilegales y podría así reparar todo el andamiaje económico, sin embargo, 10 años después de aquel estallido financiero, va quedando claro que el sistema político fracasó al momento de evitar el crecimiento de la desigualdad y al proteger a los históricamente generan con su trabajo la riqueza.
Tal vez por eso la sociedad está polarizada pero llegando ya al límite que produce el desengaño.
Stiglitz muestra cómo los de arriba suscitan una indignación cada vez más creciente. La admiración que un día provocaban las élites está resultando en enojo generalizado por su nula sensibilidad para con quienes no son de su cerrado círculo. Parece que la frase de Buffett era algo mas que sólo retórica de mal gusto, es algo muy parecido a un macabro marcador que nos dice: “han perdido por goliza”.